1. El jinete samurai
Dice Christopher Frayling, crítico y estudioso de la obra de
Sergio Leone, que mientras en los westerns americanos el bueno es el más rápido con
el revólver, en los de Leone el más rápido con el revólver es el bueno.
No solo hay que serlo sino parecerlo reza el dicho. En el caso de Por un puñado... basta con parecerlo: este jinete pálido que viene del desierto aparentando no tener
nombre fue antes un samurai llamado Yojimbo. Leone simplemente le hizo un extreme make-over y lo trajo de vuelta con disfraz de vaquero, en la persona del viejo (el joven, el grande, el coloso de Rodas)
Clint. Y sí, él es el bueno, “el
muchacho”, el mero mero, aunque, como advierte Frayling, nuestro vaquero no es
igual a los otros vaqueros. ¿Será la
sangre oriental que corre por sus venas?
Sea lo que sea, uno rápido se da cuenta de que lo que llega en mula no
es exactamente un paladín de la justicia: ¿podemos imaginarnos a John Wayne, a
Gary Cooper o a Jimmy Stewart manteniendo la cara de palo mientras corren a
cuetazos al niño Jesús?
2. Un western pop
Los créditos
animados, las siluetas relampagueantes, los colores furiosos, la música de
Morricone que silba y corea jerigonzas épicas al ritmo de disparos. Solo faltan los carteles de BANG! ZAP!
ZUCK! BOOM!
Las aperturas en
los westerns de Leone son tan memorables como sus duelos finales: desde esta,
animada, que retumba visualmente al compás de la banda de sonido, hasta la
secuencia minimalista, sin música, de “Érase una vez en el oeste”. Lo que hace el director romano es atrapar
nuestra atención desde el principio con un producto que por sí mismo es una
experiencia que se queda marcada en nuestra memoria visual. Identificar un film de Leone es como
identificar un Warhol o un Lichtenstein. El goce estético que
nos produce es hipnótico. A ver, sabemos
que el mítico man with no name no va a sucumbir ante los villanos: cada abuso,
cada risa malévola y exagerada (exageradamente malévola) regresará a morderlos al
final; lo que nos mantiene atentos a la pantalla es la experiencia
cinematográfica: el cine es un arte de la imagen y las imágenes de Leone son
composiciones artísticas que permiten ser contempladas, vividas, reiteradas
veces: como un cuadro, como un tema pop que escuchamos cada vez que suena en la
radio.
Por eso podemos
hacer un “greatest hits” de Leone eligiendo las escenas, los planos, que más nos
emocionan, que más recordamos. Tanto de
este como de todos sus westerns juntos. Para mí, por ejemplo, escenas memorables de Por un puñado de dólares son la audición
de Eastwood ante don Miguel Rojo: “get three coffins ready” le dice al viejo
sepulturero y con eso ya nos compra; el intercambio de rehenes, en el que la
actriz española que hace de la matriarca Baxter se destaca sobre el resto
(además está buena); toda la escena del exterminio de los Baxter que a mí me
trae a la mente la serie de pinturas negras de Goya; y, por supuesto, el duelo
final contra Ramón Rojo, en particular el momento en el que Clint aparece,
detrás de la nube de tierra, luego de usar la dinamita NO para volar en pedazos
a todos los Rojo de una sola vez, que eso es de niñas, sino para cancherear de
guapo que es, porque sabe que la pistola más larga la tiene él y por eso su
entrada tiene que ser un estallido, una nube, una figura que emerge y camina
agigantándose al punto de que no hay plano que lo abarque completo (quizá el
momento más hermoso: Eastwood avanza, agrandándose tanto que sólo podemos ver
sus botas al tiempo que Ramón y sus hermanos, en cambio, se encogen).
3. El hombre de hojalata
Además de
permitir que tiroteen a un menor nuestro héroe roba, miente, engaña, golpea (si
bien accidentalmente) a una mujer a la que luego secuestra, y también profana los
cuerpos de santos difuntos. Los Rojo y
los Baxter, dueños de San Miguel, son clanes familiares; el personaje de
Eastwood (en esta como en las dos películas restantes de la saga del dólar) no
tiene familia, tampoco tiene pasado ni aparenta tener futuro, parece ir
eternamente de pueblo en pueblo, como agente del cambio, buscando… ¿buscando
qué? ¿es un Alonso Quijano persiguiendo la gloria, la oportunidad de enfrentar
y derrotar al caballero de la Blanca Luna?
Naah, busca plata, billullo, tarasca, ¿para qué? ¿lo imaginamos juntando
el dinero suficiente para retirarse a pasar sus días tomando grapa en el porche
de su casona mientras cuenta sus ingresos en quintales de algodón? La motivación del hombre sin nombre (que en
esta se llama Joe, en la que le sigue Manco y en la tercera le dicen Blondie)
es un gigantesco McGuffin. No importa si
al final se va con plata, joyas o chibolas.
Importa el camino que recorre y lo que dejó atrás, la tendalada de
muertos de su misma calaña cuya moralidad está signada por la velocidad de sus
gatillos.
El tipo es un despiadado, un frío manipulador. No se enamora, no se deja llevar por ninguna pasión, su interés no se traduce en codicia, todas sus acciones están calculadas. Sus vicios de alguna forma se camuflan bajo ese rostro imperturbable y así logra pasar por alguien de fiar. Es un vivo. Ramón Rojo, su contraparte, funciona casi de la misma manera, pero ese “casi” es abismal: en él todo es pasión, todo es vicio exacerbado. Por eso él es el villano, porque su intelecto, tan afilado como el de Clint, trabaja también para beneficio propio pero se somete al poder de sus emociones y estas lo pierden.
El tipo es un despiadado, un frío manipulador. No se enamora, no se deja llevar por ninguna pasión, su interés no se traduce en codicia, todas sus acciones están calculadas. Sus vicios de alguna forma se camuflan bajo ese rostro imperturbable y así logra pasar por alguien de fiar. Es un vivo. Ramón Rojo, su contraparte, funciona casi de la misma manera, pero ese “casi” es abismal: en él todo es pasión, todo es vicio exacerbado. Por eso él es el villano, porque su intelecto, tan afilado como el de Clint, trabaja también para beneficio propio pero se somete al poder de sus emociones y estas lo pierden.
4. Corazón coraza
Más arriba dije
que nuestro vaquero no tiene pasado. Sin
embargo hay un momento (el único en las tres películas de esta trilogía) en el
que parece sacarse la máscara de cinismo que ha usado durante todo el filme y
comete una indiscreción: al liberar a esa estampita de la Sagrada Familia que
es Marisol, su esposo y el pequeño Jesús, ella le pregunta por qué hace eso por
ellos a lo que Eastwood responde: “Why? ‘Cause I knew someone like you once.
There was no one there to help”. Este es todo el pasado que nos será dado conocer de nuestro héroe. Para mí es su mito de nacimiento, ¿a quién
conoció antes en la misma situación que nadie pudo ayudarla o ayudarlo, ni
siquiera él que parece capaz de todo?
Personalmente imagino que ese alguien indefenso de su pasado fue su
propia madre y él en algún momento fue un pequeño Jesús corrido a balazos.
Esta aparente flaqueza en
su carácter acelera la salida del héroe a la luz: es descubierto por los Rojo,
torturado (lo que aparenta ser un tipo de expiación), escapa, se refugia en una mina abandonada (un útero subterráneo) y recupera fuerzas
para el enfrentamiento final, cara a cara, sin más engaños ni
manipulaciones. Bueno, tampoco tan así,
ya dije que nuestro vaquero no es como los otros vaqueros. “Aim for the heart Ramon” repite Eastwood como
un mantra mientras se acerca al clan Rojo y Ramón no puede hacer otra cosa que
obedecer, es su propio credo: para detener a un hombre se le debe disparar en
el corazón. Así que eso hace y continúa haciendo, hasta agotar balas, sin poder
abatir al héroe que guarda su nuevo y último truco bajo el poncho: un corazón blindado.