miércoles, 24 de junio de 2015

Sobre "Por un puñado de dólares"





1. El jinete samurai

Dice Christopher Frayling, crítico y estudioso de la obra de Sergio Leone, que mientras en los westerns americanos el bueno es el más rápido con el revólver, en los de Leone el más rápido con el revólver es el bueno.

No solo hay que serlo sino parecerlo reza el dicho.  En el caso de Por un puñado... basta con parecerlo: este jinete pálido que viene del desierto aparentando no tener nombre fue antes un samurai llamado Yojimbo.  Leone simplemente le hizo un extreme make-over y lo trajo de vuelta con disfraz de vaquero, en la persona del viejo (el joven, el grande, el coloso de Rodas) Clint.  Y sí, él es el bueno, “el muchacho”, el mero mero, aunque, como advierte Frayling, nuestro vaquero no es igual a los otros vaqueros.  ¿Será la sangre oriental que corre por sus venas?  Sea lo que sea, uno rápido se da cuenta de que lo que llega en mula no es exactamente un paladín de la justicia: ¿podemos imaginarnos a John Wayne, a Gary Cooper o a Jimmy Stewart manteniendo la cara de palo mientras corren a cuetazos al niño Jesús?


2. Un western pop

Los créditos animados, las siluetas relampagueantes, los colores furiosos, la música de Morricone que silba y corea jerigonzas épicas al ritmo de disparos.  Solo faltan los carteles de BANG! ZAP! ZUCK! BOOM! 

Las aperturas en los westerns de Leone son tan memorables como sus duelos finales: desde esta, animada, que retumba visualmente al compás de la banda de sonido, hasta la secuencia minimalista, sin música, de “Érase una vez en el oeste”.  Lo que hace el director romano es atrapar nuestra atención desde el principio con un producto que por sí mismo es una experiencia que se queda marcada en nuestra memoria visual.  Identificar un film de Leone es como identificar un Warhol o un Lichtenstein.  El goce estético que nos produce es hipnótico.  A ver, sabemos que el mítico man with no name no va a sucumbir ante los villanos: cada abuso, cada risa malévola y exagerada (exageradamente malévola) regresará a morderlos al final; lo que nos mantiene atentos a la pantalla es la experiencia cinematográfica: el cine es un arte de la imagen y las imágenes de Leone son composiciones artísticas que permiten ser contempladas, vividas, reiteradas veces: como un cuadro, como un tema pop que escuchamos cada vez que suena en la radio.

Por eso podemos hacer un “greatest hits” de Leone eligiendo las escenas, los planos, que más nos emocionan, que más recordamos.  Tanto de este como de todos sus westerns juntos.  Para mí, por ejemplo, escenas memorables de Por un puñado de dólares son la audición de Eastwood ante don Miguel Rojo: “get three coffins ready” le dice al viejo sepulturero y con eso ya nos compra; el intercambio de rehenes, en el que la actriz española que hace de la matriarca Baxter se destaca sobre el resto (además está buena); toda la escena del exterminio de los Baxter que a mí me trae a la mente la serie de pinturas negras de Goya; y, por supuesto, el duelo final contra Ramón Rojo, en particular el momento en el que Clint aparece, detrás de la nube de tierra, luego de usar la dinamita NO para volar en pedazos a todos los Rojo de una sola vez, que eso es de niñas, sino para cancherear de guapo que es, porque sabe que la pistola más larga la tiene él y por eso su entrada tiene que ser un estallido, una nube, una figura que emerge y camina agigantándose al punto de que no hay plano que lo abarque completo (quizá el momento más hermoso: Eastwood avanza, agrandándose tanto que sólo podemos ver sus botas al tiempo que Ramón y sus hermanos, en cambio, se encogen).


3. El hombre de hojalata

Además de permitir que tiroteen a un menor nuestro héroe roba, miente, engaña, golpea (si bien accidentalmente) a una mujer a la que luego secuestra, y también profana los cuerpos de santos difuntos.  Los Rojo y los Baxter, dueños de San Miguel, son clanes familiares; el personaje de Eastwood (en esta como en las dos películas restantes de la saga del dólar) no tiene familia, tampoco tiene pasado ni aparenta tener futuro, parece ir eternamente de pueblo en pueblo, como agente del cambio, buscando… ¿buscando qué? ¿es un Alonso Quijano persiguiendo la gloria, la oportunidad de enfrentar y derrotar al caballero de la Blanca Luna?  Naah, busca plata, billullo, tarasca, ¿para qué? ¿lo imaginamos juntando el dinero suficiente para retirarse a pasar sus días tomando grapa en el porche de su casona mientras cuenta sus ingresos en quintales de algodón?  La motivación del hombre sin nombre (que en esta se llama Joe, en la que le sigue Manco y en la tercera le dicen Blondie) es un gigantesco McGuffin.  No importa si al final se va con plata, joyas o chibolas.  Importa el camino que recorre y lo que dejó atrás, la tendalada de muertos de su misma calaña cuya moralidad está signada por la velocidad de sus gatillos.

El tipo es un despiadado, un frío manipulador.  No se enamora, no se deja llevar por ninguna pasión, su interés no se traduce en codicia, todas sus acciones están calculadas.  Sus vicios de alguna forma se camuflan bajo ese rostro imperturbable y así logra pasar por alguien de fiar.  Es un vivo.  Ramón Rojo, su contraparte, funciona casi de la misma manera, pero ese “casi” es abismal: en él todo es pasión, todo es vicio exacerbado.  Por eso él es el villano, porque su intelecto, tan afilado como el de Clint, trabaja también para beneficio propio pero se somete al poder de sus emociones y estas lo pierden.


4. Corazón coraza

Más arriba dije que nuestro vaquero no tiene pasado.  Sin embargo hay un momento (el único en las tres películas de esta trilogía) en el que parece sacarse la máscara de cinismo que ha usado durante todo el filme y comete una indiscreción: al liberar a esa estampita de la Sagrada Familia que es Marisol, su esposo y el pequeño Jesús, ella le pregunta por qué hace eso por ellos a lo que Eastwood responde: “Why? ‘Cause I knew someone like you once.  There was no one there to help”.  Este es todo el pasado que nos será dado conocer de nuestro héroe.  Para mí es su mito de nacimiento, ¿a quién conoció antes en la misma situación que nadie pudo ayudarla o ayudarlo, ni siquiera él que parece capaz de todo?  Personalmente imagino que ese alguien indefenso de su pasado fue su propia madre y él en algún momento fue un pequeño Jesús corrido a balazos.

Esta aparente flaqueza en su carácter acelera la salida del héroe a la luz: es descubierto por los Rojo, torturado (lo que aparenta ser un tipo de expiación), escapa, se refugia en una mina abandonada (un útero subterráneo) y recupera fuerzas para el enfrentamiento final, cara a cara, sin más engaños ni manipulaciones.  Bueno, tampoco tan así, ya dije que nuestro vaquero no es como los otros vaqueros.  “Aim for the heart Ramon” repite Eastwood como un mantra mientras se acerca al clan Rojo y Ramón no puede hacer otra cosa que obedecer, es su propio credo: para detener a un hombre se le debe disparar en el corazón.  Así que eso hace y continúa haciendo, hasta agotar balas, sin poder abatir al héroe que guarda su nuevo y último truco bajo el poncho: un corazón blindado.